Presagiar que lo que tenía entre mis manos era algo más que un libro fue una premonición acertada. Lo encontré en la triste sala en casa de mis padres cuando tenía diez u once años. Lo abrí y fue la primera vez de muchas. Recuerdo que la portada me entristeció, pero lo que no entendía es por qué aquel libro, que leía en la azotea, no lo entendía.
Hace unos días encontré la portada... la misma. Portada que, curiosamente, está catalogada como la mejor de todas las ediciones del libro. Así la encontré, así la comparto.