Al poco de nacer mi hijo, me invitaron a impartir un curso en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue el Departamento el de Filología moderna. Como siempre, después de agradecer la invitación, presentarme y hablar un poco de cómo iba a ser la semana, empecé. A los diez minutos tocan en la puerta y un "alumno" después de dar las buenas tardes y disculparse por el retraso se sienta entres sus compañeros. Compañeros que me miraron durante varios segundos...muchos segundos y no sabían qué pasaba ante mi silencio. Aquel señor fue quien elegantemente, y en todos los sentidos de la palabra, me impartió Literatura en el bachillerato. Por entonces era catedrático de instituto y su presencia, su forma de hablar y trabajar, hizo que me enganchara a la Literatura. Después de esos segundos eternos, pedí disculpas a los asistentes y dije, como pude, que respetando a todos, era para mi un honor impartir clases a Maximiano Trapero y expliqué por qué. Él, obviamente, no se acordaba de mí, pero agradeció mis palabras como yo agradecí el último día del curso cuando me dijo "es un orgullo que un alumno, me haya dado clases".
Ahora es Catedrático en la Universidad. Aquel viernes comprendí cuántas vueltas da la vida.