domingo, 30 de junio de 2013

Ackermann

Autoretrato (1982)
Le conocí a principios de los 80.  Adoraba a mi hermana y esa adoración fue recíproca.

Rodolfo, su nombre en castellano, era tímido y prolífico. Me llamaron la atención la delicadeza de sus grabados (técnica que dominaba) y la rudeza en unas y sutileza en otras, la vida, de sus tallados en madera.

Es incomprensible lo poco conocido que es para los canarios aquel hombre que arraigó en nuestra tierra, bebió de ella y dio de beber con su arte.

Estar en posesión de un Ackermann es tener un trozo de la historia del arte en canarias: es un tesoro.

Una serena imagen (1985)