Hoy he estado con un amigo y hablamos de nuestros años pretéritos. Coincidimos en una de las mayores empresa del país a finales de los 80 y a los tres años, justo cuando nos hacían "fijos" decidimos irnos porque la vida estaba más allá de toda aquella falacia.
Fue una decisión importante para dos jóvenes de veinte y tantos con un futuro (si nos retraemos a aquel momento) prometedor. Pero no fue difícil tomarla porque era el punto de inflexión en nuestras vidas y era el momento y el lugar.
Recuerdo cómo me miraron quienes allí quedaron, y siguen, cuando salí por la puerta de delante. Me daba igual todo, quería cambiar y lo hice.
Soy, hoy, lo que decidí aquel día, Tengo, hoy, lo que decidí aquel día y nadie me ha regalado nada.
Hoy analizo a algunas personas, cercanas desgraciadamente para mí, que llevan toda su existencia haciendo lo mismo, soportando las mismas historias y comprendes por qué viven con la envidia, la estupidez y la maldad: no han hecho nada en sus vidas salvo promover la ignominia contra quienes odian.
Por suerte, existen personas como mi amigo.