Son las que lleva, de su vida, 30 horas jugando al deporte del que me enamoré viendo a Ivan Lendl. Claro, yo tenía 24 años por entonce y empezar a esa edad, aquella ya, no era más que un entretenimiento para los sábados por la tarde. Álvaro no tiene aún 6 años y cuando tenía tan sólo 4, un especialista me dijo que el niño tenía aptitudes para el tenis (una casualidad de ésas que ocurren por estar en el momento y en lugar adecuado). Entrenó unas 8 horas, en varias semanas y lo dejó porque el entrenador se fue a Suiza. Ahora lleva dos meses, tiene un año más, y le sigue gustando.
Mis aptitudes para el dibujo, el diseño y la estética, validadas con matrícula de honor por la ULPGC, no las tiene. El fútbol no le gusta y resulta que sí tiene aptitudes para lo que su padre no tuvo con veinte y tantos años. ¿Qué queremos para nuestros hijos a parte de salud y una larga y feliz vida...? Lo tengo claro, que estudie por supuesto, pero que si disfruta con "eso", que no tengo ni idea de dónde le viene, que lo haga a tope, sin reprimirle nada, apoyándolo y viéndolo ser feliz.
Nooooooooooooooooooo...no sueño con que me retire (me gusta mi trabajo aún), ni que sea el mejor del mundo, paparruchas paternofiliales, pero sí que sea él, libre, autónomo y que controle la vida como está aprendiendo a controlar la raqueta. Álvaro, dale fuerte a la vida para que pase la red, que si la pasa tienes que volver a darle, quizá más atrás, quizá más adelante, quizá de revés y si fallas, recuerda que te quedan juegos y set.
Te quiero tío.