domingo, 13 de julio de 2014

El juguete sin wifi

Entrar en casa de Antoñita María Morales, es una sensación agradable. Me transporta al siglo pasado en todas sus etapas pero, a la vez, me deja en ésta porque todo conjuga: muebles que guardan memoria, fotos íntimas que mantienen vivos los recuerdos (entre ellas la de mi hermana Ángeles) un ordenador con el que se conecta al mundo (es casi nonagenaria) y Ella, que unifica todo en lo que siento: el ayer y el hoy indivisible. Ver un camión de verguillas, copia exacta de aquellos con los que los chiquillos de principio del S. XX jugaban, que mi padre le regaló me produce nostalgia que no viví (o quizá sí) y veo cómo mi canoso progenitor los hacía para sus amistades.

Con verlo sobran las palabras.