Así nos llamaba nuestro padre. Desconozco, aunque intuyo, el por qué del adjetivo cariñoso. Y aquí estamos con quien nuestro progenitor confabuló felizmente para que fuéramos los más pequeños: sus pequeños.
Y hay quien se empeña en envanescernos una y otra vez y convertirnos en ese lunar peludo que lleva pegado en la cara que es lo que dejó del gemelo con el que compartía vientre y no le dejó vivir.