miércoles, 21 de octubre de 2015

A LOS VERDUGOS SE LES CONOCE SIEMPRE: TIENEN CARA DE MIEDO.

 Lo que más incomoda (por no decir jode) de los existencialistas (yo de Sartre, por supuesto) es que lo podamos llevar sin transformarnos en William Fosters (alquilen "Falling Down") sobre todo en los tiempos que corren. Ayer me quedé una hora y media a 3 kilómetros de mi casa no porque lloviera si no porque la incompetencia de los responsables políticos de limpiar los barrancos y los badenes que evacuan las aguas torrenciales sigue presente desde que conduzco por la misma autopista desde 1986. La gente se desesperaba, se cabreaba, vociferaba dentro de sus coches mientras yo, escuchando a Fito y los Fitipaldi ("No voy a sentirme mal / si algo no me sale bien he aprendido a derrapar / y a chocar con la pared /que la vida se nos va /como el humo de ese tren /como un beso en un portal antes de que cuente 10....) con ganas de ver a mi hijo y mi chica antes de que se fuera a baloncesto ( yo a su edad corría descalzo por barrancos con olor a tabaibas y tuneras a esa hora).  Sólo el existencialismo te permite, más allá de cualquier otra convicción, llegar a ese punto en el que comprendes profundamente la condición humana porque allí yo no iba a solucionar nada puesto que aquello era parte de esos hombres y mujeres incompetentes por el conjunto de sus actos y no de la Naturaleza. Llovía de cojones y pensaba mientras muchos se desesperaban en sus medios de transportes individuales y calentitos, cómo miles de mujeres hombres y niños, cruzaban un río helado sin más posesión que su existencia para llegar Hungría, uno de los países que les prohíbe la entrada después de partir desde Siria, Afganistáno o Irak con el sueño de llegar al país donde se estrenó el requiem más importante de la historia. Me identifico con la humanidad y que me venga a la mente aquel niño muerto escupido en la arena por Europa me da ganas de subirme sobre mi híbrido (a boca llena lo digo para que se enteren los que fabrican los coches que surgieron de las fábricas de Hitler) y gritar bajo una lluvia cálida ¡¡¡cerdos dirigentes europeos!! pero mejor relajarse y esperar, al fin y al cabo a toda cerda o cerdo le llegará su San Benito.

El sueño europeo nunca va a llegar a la fase REM; se ha quedado en la primera: donde no hay cabida para los sueños.