viernes, 16 de octubre de 2015
Premios sorprendentes y muerte diaria
Son las 6:10 de la mañana y ya saben: 10 minutos de café y noticias (por cierto, fuera llueve serenito). La cafeína me estimula en 3 segundos y la información que me llega sigue con su dicotomía habitual. Las primeras hacen que el café hoy sepa "más mejor", que dice mi hijo, de entrada: dos mujeres han sido premiadas. Una con el Planeta por su novela "Hombres desnudos" y la otra, de China, con el Nobel de Medicina por su contribución con las medicinas naturales contra la malaria. Lo único que empaña estas dos noticias es que para muchos (para mí por ejemplo) sea motivo de doble alegría por ser mujeres; lo que significa que el machismo sigue copando todas los huecos de las Ciencias y las Artes impunemente. Pero me dura poco la satisfacción porque llegaron las de actualidad, las cuales las siguen encabezando el éxodo ya sólo precedido por el de la segunda guerra mundial. Europa juega con quienes huyen de la muerte como material de intercambio con Turquía. No sólo les darán miles de millones de euros si se quedan con ellos (sic), procedan de donde procedan, si no que probablemente acceda a muchas reivindicaciones que este país dictatorial exige por quedarse como si fueran ¡yo qué sé!, juguetes que a saber dónde "almacenarán". La miseria humana no está sólo en las barcazas con bebés ahogados, está en los despachos. Terminan esta sección con las declaraciones de un presunto ser humano, el arzobispo de Valencia, que arremete con la tranquilidad que les enseñan como un mantra a "los hombres de dios" (no, no hay mujeres de dios oficiales) contra los inmigrantes a los que se atreve a calificar de "que no son trigo limpio y que no todos huye n de las persecuciones". Un primer plano de su anillo de oro mientras se tocaba una cruz inmensa de plata que colgaba sobre su pecho, me amargó el café. Ni la lluvia serena me calmó el alma.