miércoles, 5 de febrero de 2014

50 años y tioabuelo ¡bien!

Mi sobrina hace dos días ha traído a este lado de la existencia a su hijo.  El 4 de febrero cumplí los 50 y...mmm, se queda uno tocadillo (pero bien) La sensación de ser padre no se describe. Que yo sea abuelo va a ser difícil, mi Álvaro tiene 5 años y yo muchas vueltas al sol (aunque never say never again) pero que tu sobrina, a la que recuerdas desde que nació, la viste crecer, estudiar Arquitectura, trabajar sin cesar y ser feliz...te haga tío abuelo tiene su toque porque entra sangre buena en la familia y eres un poco abuelete.  Felicidades sobri y gracias, gracias, gracias.

En mis visitas a tu estudio con Álvaro, espero que durante muchos años, ya se quiénes jugarán juntos mientras me tomo ese café que siempre merodea por allí.

Un beso

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Anécdota de un orinal


El mundo está lleno de pequeñas alegrías: el arte consiste en saber distinguirlas
Li Tai-Po

Marcel Duchamp desdeñó la calidad estética de la obra abogando por la subjetividad del espectador. Y claro, a partir de ahí la mediocridad inundó el mundo del Arte.  

            El Arte es evolución continua desde que el ser humano realizara el primer acto gráfico de la historia. Cuando contemplo una obra de arte y sin obviar los intereses económicos que han mediado para que esté ante mis ojos, disfruto de esa sensación inexplicable que me imanta (¿estética?) sin perderme en ese onanismo mental que tanto gusta a los críticos/as. En el Arte nada surge por generación espontánea por lo que aunque carezcamos de esa capacidad estética creadora innata, sí podemos convertirnos en artistas contemplativos y ser capaces de  sentir eso que escapa  a todo debate.

                                              
Bienal de Arte de Venecia. Camino entre fachadas que se besan y perdido en la alta edad media, buscando callejones y canales poco transitados, no quiero perder un detalle de la ciudad en la que floto invisible. Misántropo filántrópico e invisible, recorro la “Ciudad distante” según Sartre y ésta se me antoja única. Caminando, sí caminando, porque donde nació Tiziano se camina sin agobios, sin programa, absorbido y absorbiendo. Desde la Academia de Arte hasta La Bienal. Desde el barrio en el que vivió Tintoretto, hasta Los Jardines, donde “los sueños, los conflictos y la dictadura del espectador” me esperan y que, dicho sea de paso, es el título de la Biennale número 50 de la Ciudad de Véneto.

            Si Venecia es persé Arte, desde mi capacidad estética contemplativa, La Bienal la convierte, si cabe, en la catarsis del mismo: lo que entendemos por arte tradicional y lo que entendemos como moderno coexistiendo sin pugnas.  Claro, esto último es un sueño, porque conflicto hubo, hay y habrá.  Como habrá allí donde el modernismo se  instale por esa denodada manía de cuestionar un movimiento artístico que, nos guste o no, es el que nos toca vivir y hace acopio de los materiales de los que hoy disponemos. El píxel es hoy lo que el mármol en su época.  En el momento en que Marcel Duchamp,  “puso a girar” su rueda de bicicleta en 1913 (y continua “girando” en el MOMA, ¿quién dijo arte efímero?) el Arte evolucionó hacia el período que le tocaba: el modernismo. Botero, anti modernista donde los haya, se ha despachado a gusto, porque es Botero, hasta el punto de decir que “la Bienal es una masturbación intelectual que entienden tres o cuatro que a nadie le interesa. Además -añade- como el 90 por ciento de las obras dependen de la electricidad, si se va la luz se acaba la Bienal".  Pero a mí, el artista de Medellín, al cual respeto, no me convenció, entre otras razones porque a Volta gracias, existen los generadores de electricidad.  Y poco le importaba a Santiago Sierra, artista elegido por el Ministerio de AA.EE para representar a España, que hubiese un corte en el fluido eléctrico.  Haciendo uso de un término acuñado por los modernistas conceptuales, el made-ready, Sierra hace del propio pabellón el medio de expresión de su obra.  La entrada está tapiada, el nombre del País forrado en plástico negro y un cartel serigrafiado informa de una entrada trasera… pero exclusivamente para españoles identificados con documentación oficial.  Dos guardias de seguridad custodian dicha entrada, armados, y una vez identificado me permiten el acceso al Pabellón para desconcierto de quienes sin entender nada, la verdad que aquello era un poco Kafkiano si me permiten el símil, me miran atónitos preguntándose lo mismo que yo: “¿y esto de qué va?”.  Una vez dentro, como nihilista que soy, ya quedé satisfecho: no había nada. Pero ése no era el mensaje, no; aquello tenía que ver con los conflictos que generan las fronteras, las prohibiciones y las imposiciones.  Tenía que ver con los sueños: soñar con lo que había más allá de aquella puerta vetada a “los otros”.  Pero lo que me impresionó fue la sensación de vacío que produjo en mí el hecho de ser un “privilegiado”, de creer tener “poder” porque así lo dictaminó el artista, un papel o mi lugar de origen y no poder utilizarlo en la soledad de aquella nave.  De repente me convertí en el Patriarca de García Márquez, en su otoño: una metáfora del poder.  Sierra me llegó y por algo, a pesar de la polémica que suscitó, estuvo en la Bienal.

           
            En 1917, y volviendo a Duchamp, el artista de Bainville presenta su obra en una exposición en Nueva York: un orinal.  Es el primer made-ready y, claro: fue rechazado, lo que no evitó que se convirtiera en “la Madonna los cuartos de baño”.  Hace dos años me encargaron el diseño de un póster anunciador para un importante congreso médico que se celebraba en un hotel de la zona sur.  Por motivos fisiológicos tuve que acudir al cuarto de baño del hall principal y después del obligado vistazo al orinal, eché una ojeada a la decoración, eso siempre relaja la vejiga,  créanme. Y no deja de ser anecdótico que Botero, quien en su cruzada particular también dijera que “…el modernismo acabó  justo cuando Marcell Duchamp envió un orinal a una exposición.” fuera el elegido, reproducciones por supuesto, para decorar los Servicios del lujoso hotel. 

            Cosas del Arte.      
(Trabajo fin de curso 2006-2007. Estética y diseño)



sábado, 19 de octubre de 2013

YO APRENDÍ A NADAR EN EL BURRERO.

Cuando veo a mi hijo de 5 años en la piscina municipal aprendiendo a nadar pienso "pero...si a mi me enseñó mi única hermana Ángeles (qepd) en el charco de Las Viejas con 9 años". Aquel charco alargado bebía la espuma de La Mar Fea y se unía al charco del Cura con la marea llena y era más profundo que este último cuando el mar besaba el Bar Piscina o las piedras de aquel muro donde tantas noches besé. A mi edad, aquel charco, era infinito. Una mañana de finales de septiembre con la mal convertida en aceite azul, Ella, que me sujetaba por mis visibles costillas, me soltó suavemente y ¡floté!. Y flote hacia el Océano, tan nervioso (pero seguro porque su mirada color miel me guiaba), que llegar a la Aguaisa (o Ahogadisa) fue como conquistar una isla reservada para los adultos. Estaba cerca de La Bartola desde donde se tiraban los más intrépidos, pues había que esperar esa subida que precede a la olas que morían en la cal de las primeras casas. Y una a una llegué hasta El Camello, El Coche y la Cuna, rocas ígneas que siempre desee conquistar desde el mar.

Fue uno de los días más felices de mi vida. Gracias Ángeles.

jueves, 8 de agosto de 2013

La Fuente

Cuando era un chiquillo el verano me olía a sol impregnado en fachadas, me olía a olas. Agosto era el mes de las fiestas y justo por estas fechas, semanas antes de los "grandes días de cervezas y amanecidas", me gustaba subir alguna que otra tarde a la plaza y sentarme bajo la algarabía de los pájaros que escudriñaban los Laureles de Indias que en los años 30 ó 40 mi padre había plantado junto a su primo. Había una fuente. Una fuente que hace décadas que desapareció...de allí, pero no de mi memoria.