Los necios de cualquier género viven en un mundo "para lelos" porque allí son fantásticos/as. Otros/as son subyugados por vampiros emocionales que no han podido expulsar de sus vidas haciéndoles participes de su maldad, celos, hedonismo intentándolo transmitir a cualquier precio como un virus letal.
En su ignorancia, radicada en su cerebro basal, son "felices... pero su existencia anodina son infelices.
Contra los vampiros emocionales sólo cabe la autentica indiferencia y pagarles con la misma moneda.
miércoles, 17 de abril de 2013
miércoles, 10 de abril de 2013
Un relato corto y un viaje en el tiempo
Los Alisios irrumpen valle arriba serpenteando entre los barrancos que se funden con los blancos besos del mar, allí donde la lava se enfrió eternamente. Entre verodes henchidos de humedad, un guerrero axicatna descansa y observa las nubes pasar sobre la bahía en la que el océano dormita sereno, al abrigo de la telúrica lengua que penetra en la inmensidad salada. Fue allí fue donde libró su primera batalla.
Escucha cómo el agua ruge escarbando una garganta de paredes verticales que sólo él y sus seguidores se atreven a escalar y bajo cuyas sombras verdes y olor a ñameras, habitan mujeres y hombres libres como el barranco que les cobija: Guayadeque.
Allí bailó la danza del pámpano roto una noche que la luna pintó de plata las cuevas.
El valle es frondoso y a lo lejos las cabras africanas se pierden entre los trigales bruñidos. Sus balidos acompañan el silbido del viento y él debe seguir su camino hacia el otro lado de la Isla.
En aquel valle, en las medianias del sureste de Gran Canaria, se encuentra hoy Ingenio.
(VISTA DE LA BAHÍA DE GANDO SIN CASAS, SIN AEROPUERTO... SÓLO LA LIBERTAD)
(Texto e infografía realizados en exclusiva por Juan Ramírez Verona para La orden del Cachorro Canario, Ilustre Ayuntamiento de la Villa de Ingenio y D. David Castellano el 16 de mayo de 2012 por su reconocimiento uno y colaboración otros en la entrega de la orden del cachorro canario a diferentes Colectivos y personas de Carrizal)
martes, 9 de abril de 2013
Me gusta
Hace años alguien me preguntó que qué trabajo de los miles que he hecho en toda mi carrera como Ilustrador Médico me gusta más. Quitando los artísticos-científicos para publicaciones creo que por ahora me quedo con éste. Quizá porque era para niños... quizá por los colores o los globos... no se, me gusta.
lunes, 8 de abril de 2013
Mi siempre Venecia
Caminar por esta ciudad es navegar sobre el pasado. Entre callejones de fachadas que se besan. La primera vez que estuve comprendí por qué a otra ciudades que "flotan" le llaman "la Venecia de...". Allí, las veces que he estado, he vivido inolvidables experiencias, pero saber que en la Ciudad de Tintoretto vivió Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, es sobrecogedor.
Una de las veces recuerdo que me tropecé con un nutrido grupo, para la intimidad arquitectónica allí todo es grande, de jóvenes que no sé a que "tribu urbana" pertenecia; sólo su altura, pelo, cadenas, cuero y botas me sugerían una ligera idea, pero por suerte no vi ningún símbolo neonazi como ellos tampoco me vieron a mí.. Llevaban litronas y bultos y los atravesé con mi mochila y mis pulsaciones escondidas en ella.
Lo curioso de Venecia es que nunca, nunca, te pierdes: terminas en san Marcos o en el Vaporeto. Me dirigía a Los Jardines, donde se celebraba la 50 edición de la Bienal.
Por la tarde, de regreso al hotel, pequeño, austero pero en Venecia, escuché el sonido de una flauta y violines callejeando como yo. Al doblar una esquina vi a aquel grupo con el que me crucé por la mañana. Estaban sentados en el suelo echando a volar aquella música que me transportó a otra época más allá de la región de Veneto.
Aquella noche me dormí pensando en Miguel Ángel, en Leonardo, en los prejuicios.
Una de las veces recuerdo que me tropecé con un nutrido grupo, para la intimidad arquitectónica allí todo es grande, de jóvenes que no sé a que "tribu urbana" pertenecia; sólo su altura, pelo, cadenas, cuero y botas me sugerían una ligera idea, pero por suerte no vi ningún símbolo neonazi como ellos tampoco me vieron a mí.. Llevaban litronas y bultos y los atravesé con mi mochila y mis pulsaciones escondidas en ella.
Lo curioso de Venecia es que nunca, nunca, te pierdes: terminas en san Marcos o en el Vaporeto. Me dirigía a Los Jardines, donde se celebraba la 50 edición de la Bienal.
Por la tarde, de regreso al hotel, pequeño, austero pero en Venecia, escuché el sonido de una flauta y violines callejeando como yo. Al doblar una esquina vi a aquel grupo con el que me crucé por la mañana. Estaban sentados en el suelo echando a volar aquella música que me transportó a otra época más allá de la región de Veneto.
Aquella noche me dormí pensando en Miguel Ángel, en Leonardo, en los prejuicios.
martes, 2 de abril de 2013
Cuando Los Alisios se hicieron palabras

Mi padre nació en El Carrizal donde viven Los Alisios. Primogénito de una familia humilde, no había cumplido los 6 años y ya sabía leer y escribir gracias a su madre en una época donde más del 70% de la población rural era analfabeta (González Pérez, Teresa). Pero tuvo que dejar el colegio a los 12 años sabiendo “las cuatro reglas” para ayudar en la labranza a su padre lo que a pesar de su resignación, no impidió que siguiera formándose y se convirtiera en un autodidacta. Su formación le llevó a lo que sería su profesión: “oficinista” en varias empresas de exportación de tomates y llegó a dar clases nocturnas, lo básico, a los aparceros que se lo solicitaban. Enamorado desde la niñez del teatro y la literatura se unió a aquel grupo de jóvenes que en 1933 fundan tomando como experiencia “Los Tiempos”: El Costero.
Empezaron con números manuscritos y siguieron otros mecanografiados. Pronto contactaron con el periódico La Crónica de Las Palmas de Gran Canaria y aquel panfleto veraniego pasó a ser un periódico de imprenta que ellos mismos distribuían por los pueblos en un Morris alquilado y se divertían, según cuenta mi padre, vendiéndolo por el Sureste a 0,15 céntimos. Es de justicia nombrar a aquellos jóvenes que iniciaron una experiencia sin precedente en la isla en una esquina del Atlántico llamada El Burrero. Director: Juan González Ramírez. Redactor jefe: Agustín Ramírez Díaz. Redacción y administración: Argimina Medina Quintero, Sebastián y José Sánchez Ruano, Tomás y Miguel González Hidalgo, Pedro Valerón Fonseca, Juan y Heliodoro Valerón Martín, Sebastián Sánchez González, domingo Chil Viera y Agustín Ramírez Alemán.
Recuerdo a mi padre hablar de aquella experiencia que sin duda llevó dentro toda su vida. En los años 60 retoma el Teatro costumbrista perdido en la memoria de quienes todos los domingos les veían actuar en los almacenes de tomate en escenarios improvisados. Es en esta época donde comienza a colaborar en La provincia y el Eco de Canarias con sus artículos que no distaban, en contenido, de aquellos que escribía en El Costero. Prolífico en sus artículos y antes de que el tiempo y los “roedores” acabaran con el papel, digitalicé en los 90 toda su obra, si me lo permiten, periodística para que hoy se sepa que hubo un periódico en El Carrizal y que dentro de muchos años lo sepa la generación de mi hijo por mucho que avance la tecnología.
Mi padre es homenajeado por un grupo de vecinos en agosto de 2012 junto a otros colectivos y personas de El Carrizal reconociéndole a título póstumo su dedicación altruista a la cultural de su pueblo por la Orden del Cachorro Canario en un acto emotivo en el Centro Cívico de El Carrizal. Y cuando Álvaro sepa leer y contar más allá del 14 tendrá el carné de esa biblioteca y entonces, cuando lea el nombre en vinilo pegado a la pared le diré que es el nombre de su abuelo y que la silueta, esbelta, apoyada con elegancia en un bastón y un libro bajo el brazo en la entrada es él: Agustín Ramírez Alemán.
Aquellas palabras manuscritas de “Los Tiempos” se convirtieron en El Costero y éste en memoria. Y es la memoria la que nos hace inmortales.
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