A principios de 1989 mi vida se enfrió pero no se detuvo pues en marzo del mismo año tuve que desplazarme a Madrid para recibir un curso de animación 3D y, luego, realizar un documental sobre la implantación de las primeras endoprótesis aórticas. El frío de mi alma me mantuvo caliente con el que hace en Madrid en esas fechas.
Todo era muy rudimentario, comparado con hoy, y muy difícil pues era pura programación y mi función era la de dirigir a los programadores con mi storyboard bien claro y aprendido; pero se pudo terminar y presentar en directo meses después en varias Universidades Latinoamericanas vía videoconferencia. Esto último una revolución tecnológica que, miren qué cosas, hoy hacemos con nuestros smartphones. Cuando echo un vistazo al videoclip buscando archivos en los discos externos y me tropiezo con él, no puedo evitar esbozar una sonrisa si la comparo con lo que a posteriori, en otros cursos de especialización en animación aprendí en la misma ciudad. Pero fue la primera cuando el CAD sonaba a...., ni siquiera sonaba. Vi las posibilidades de la realidad virtual hace 26 años y ya en la actualidad existen algunas y otras están en fase de creación.

Este agosto en una cafetería en un agradable parque cerca del Charles Pompidou, conversaba con un bioquímico de la nanotecnología y ambos, yo como responsable de hacer llegar a la comunidad científica sus conceptos en forma de imagen, vimos el futuro con una envidia sana indescriptible. Soy curioso en mi trabajo ( Prefiero que mi mente se abra movida por la curiosidad a que se cierre movida por la convicción -Gerry Spence-) y le dije, creo que más bien le afirmé, ¡¿podemos, un plural mayestático claro, enviar moléculas modificadas o creadas en busca de proteínas, ésas que ya han sido marcadas previamente porque mutarán erráticamente y "desactivar" los receptores que "engañarán" a otras moléculas las cuales no deben unirse a ellas!? y me dijo que sí. Es más, proseguí puestos a soñar, podremos predecir qué células no querrán seguir el curso natural, su muerte, y "obligarles" a que mueran y no se transformen...porque tiene que haber apoptosis celular para que haya vida. Así es, me dijo en aquel café con nombre inglés en pleno París.
Joder, qué de puta madre, dije, pensando en mi hijo y su generación.
Clickea en el enlace..."ya están aquí"
http://www.elmundo.es/salud/2000/383/00658.html
PD: Muchas veces he pensado si el mal no está puesto en el Universo como un tema de trabajo y un incentivo a nuestra curiosidad. Santiago Ramón y Cajal.