martes, 15 de octubre de 2024

El Cometa del siglo

En la oscuridad de la noche, cuando todo parecía ser simplemente una continuidad de días y rutinas, aquel fenómeno astral irrumpió como una herida de luz en el cielo, abriendo no solo el firmamento, sino también preguntas que dormían dentro de mí.

Miré hacia arriba, donde el cometa, con su cola larga y luminosa, rasgaba la bóveda celeste, y en ese instante sentí la inmensidad del universo. Todo lo que era, lo que pensaba y lo que vivía, se redujo a una minúscula chispa en medio de un cosmos incomprensible.

El cometa traía consigo una especie de eco de eternidad. Me sentí pasajero, un habitante efímero de un universo perpetuo, cuya historia se escribe en ciclos que superan cualquier vida humana. 

A la luz del cometa, entendí que lo que define nuestra existencia no es lo que poseemos, sino lo que dejamos. No en términos materiales, sino en lo intangible, en las huellas que imprimimos.

Comprendí que, si bien no puedo detener el paso del tiempo, sí puedo llenarlo de significado, de dotar de significado a nuestros días, de elegir amar, crear, descubrir. Y eso, en medio de un universo tan vasto y frío, es lo que nos hace verdaderamente humanos.



martes, 8 de octubre de 2024

Aquel cementerio


Hace unas semana pasé por Pinto, en mi camino hacia Aranjuez, fue uno de esos en que el cielo parecía reflejar el peso de las memorias, con nubes bajas y el aire denso de nostalgia. Pinto, un pueblo que siempre había sido para mí un simple punto en el mapa, se reveló en ese momento como algo más que una parada fugaz. Las casas de ladrillo bajo, los tejados desgastados por el tiempo y las plazas pequeñas me hicieron sentir como si cada esquina guardara algún secreto, alguna historia que se negaba a morir.


A medida que avanzaba por sus calles tranquilas, me invadía un pensamiento persistente: mi tío Pepe. Un hombre que nunca conocí, cuya vida había quedado atrapada en la historia de España, víctima de la cruenta Guerra Civil. De él, solo conocía la foto color sepia que colgaba en la pared del pobre salón de mi casa desde que yo tenía uso de razón. No había más detalles, solo la mirada nostálgica de mi padre cada vez que se detenía frente a la imagen. En su tristeza silenciosa, yo veía lo que las palabras no podían expresar.

Pepe había muerto en manos de los republicanos  y para mi padre, la guerra no había terminado nunca, y en su corazón aún latía la sombra de esa pérdida.

Cuando finalmente retomé el camino hacia Aranjuez, llevaba conmigo más que el simple recuerdo de haber pasado por un pueblo. Pinto, con su calma y su atmósfera impregnada de historias pasadas, se había convertido en un símbolo. Era el punto intermedio entre la vida de mi tío Pepe y la tristeza de mi padre, una conexión invisible entre el pasado y el presente. Y aunque no podía cambiar lo que ocurrió, sentí que al menos, en ese día, había hecho algo por recordar.

sábado, 31 de agosto de 2024

Mi padre y la luna


Mi padre cuyo cabello había tomado el color de la luna tenía en sus manos un mapa de historias. Manos fuertes, expresivas, curtidas por los años, pero siempre tiernas cuando se trataba de tocar lo que más amaba. Nunca castigó con ellas, nunca castigó.

Su juventud había sido arrebatada por la Guerra Civil Española. Como tantos otros, había luchado en las trincheras,  y su un alma se fue llenando de cicatrices. Sin embargo, cuando hablaba de aquellos tiempos, decía que la guerra era una bestia ciega, que destruía sin distinguir entre amigos y enemigos.

Lo que realmente había dejado una marca en su corazón no fueron las batallas en Guadalajara, ni el hambre, ni siquiera el miedo a morir. Lo que le rompió el alma fue la muerte de su única hija, Ángeles. Era joven cuando se fue, y era la luz de sus ojos, la razón por la que soportaba la crudeza de la vida. Con su partida, todo en él se apagó.

Y  su dolor se convirtió en una especie de paz melancólica, en una bondad tranquila que impregnaba cada uno de sus gestos,  con esa sabiduría que solo el sufrimiento puede otorgar. Su voz era suave, sus palabras pocas, pero llenas de significado.

Y vivió muchos años más, siempre con esa serena tristeza en sus ojos, pero también con una inquebrantable honestidad.

La tumba de Ángeles y la suya quedaron juntas, como ella siempre quiso.

viernes, 30 de agosto de 2024

Bosque de Bambú que crepita

 En Japón te encontrarás en lo más sutil.



lunes, 29 de julio de 2024

Sueños

Ser pobre, como lo era a los 15 años, me hacía soñar más. Y soñé con tantos lugares que ahora, visitarlos, me hacen doblemente feliz. Mi hijo tiene esa edad, pero con la diferencia que no sueña porque tiene la oportunidad de estar donde yo soñaba. Su pasión por los coches le ha hecho tener una colección de fotos de todos los deportivos capturados en París, Roma, Londres, Madrid, Barcelona... yo los tenía pegados en la pared con cinta adhesiva. Pero también se apunta a ver cuadros, lo que compensa.