Todos tenemos una fiesta favorita incluso sin necesidad de repetir cada año. Yo tengo varias, de ésas que no te puedes perder en la vida y que trascienden más allá de sus ciudades y países. ¿Cómo olvidarme de aquellas bandejas bajo jarras de cerveza en la Oktoberfest de Munich cuando era más joven y viajaba en incómodas guaguas que iban hacia el norte?. Esperar a que reposara la espuma era desesperante y procurar no rozar a uno de aquellos ebrios arios serios que te miraban como miran a los Españoles allí se convertía en casi, casi, unos San Fermines en cuanto a "riesgo alcohol". Inolvidable. Por cierto, no puede faltar en mi pequeña Moleskine tampoco la Fiesta que atrajo a Ernest Hemingway y nos dejó la suya en su novela homónima. Es curioso, y sólo como anécdota, el americano llegó a Iruña proveniente de París...yo también. Los San Fermines huelen a todo...sobre todo a fiesta de la hostia (exclamción muy vasca sin ánimo de ofensa).
Recuerdo estar en un pub (cuando abrían hasta el amanecer) en una escapada solo a La Palma con 19 años bebiendo ron la Aldea, justo donde se elabora, con unas tres chicas del lugar, y el lugar era San Andrés y Sauces. No podía separar mis labios de los de una de ella ni mi mente del hecho de que a las 6 de la madrugada era la primera actuación del último día de la danza de los enanos. Abrí los ojos, sujeté sus mejillas con la palma (je) de mis manos y le pedí que bajásemos a santa Cruz como fuera. Y como fuera fue en un Seat 127 de su padre que sigilosamente echamos calle abajo y lejos de su casa pusimos en marcha.
Conduje sin carnet y me podía más la emoción que el hecho de estar recorriendo los veintipico kilómetros que nos separaba de la Capital sin permiso para hacerlo. Aparcando vimos cómo un hombre, a aquella edad los treintañeros eran hombres, vestido de monje caminaban hacia atrás ayudado por dos chiquillos, o sea: menos de 19. Llevaba sus piernas amarradas por una soga de rodilla hacia arriba (de ahí la ayuda en su caminar de cangrejo) que más perecía una tortura que parte de la Danza. En la plaza, junto a la carabela la Santa María que nunca ha navegado, una minúscula caseta a dos aguas quiero recordar y con dos entradas se convertía en una chistera mágica pues según iban llegando los "martirizados" por la entrada trasera iban saliendo enanos al ritmo de la polca más festiva que puedas en tu vida escuchar por la entrada que daba a los ojos y las bocas abiertas. No cabían más de diez persona allí y aquello era un entrar y salir continuo hasta llenar la plaza de "diminutos" bailarines. Me daba igual cómo lo hacían, es más ni hoy con 51 quiero saberlo...pero es magia. Sin duda una de la fiestas del mundo que tampoco te puedes perder.
Ya después, todo siguió siendo juventud y no recuerdo hasta cuándo.
lunes, 22 de junio de 2015
domingo, 7 de junio de 2015
El pianista supervagabundo
Roger Hodgson forma parte de mi vida. Ahora escucho "Está lloviendo otra vez" y, lo juro, me veo con mis 18 años con su voz pegada a mis oídos por unos cascos que nacen en un walkman Sony comprado a plazos en la tienda de Don Abel. Comprender a Hodgson en las pocas buenas traducciones de sus letras es bastante difícil (algunos no recomienda la lectura en Español, pero yo no tengo más remedio) incluso en la criticada época "comercial" de la banda que nace, he leído, con su Desayuno en América. Pero el tema motivo de esta entrada es de 1982 y sigue siendo un misterio para mí qué diantres quiere decir.
La canción arranca con el saxo de Helliwell, el que tenía libertad para tocar su parte enOvertura para un tonto o loco (Fool´s Overture) en cada concierto de los Supervagabundos. Ya detrás, el piano y la voz de Hodgson hacen el resto.
Oh, está lloviendo de nuevo...
Pero la cosa se complica (que siempre es lo contrario) cuando ves el videoclip de promoción (en su formato 4:3 que nos introduce más rápido en la época) de sus Famous Last Words. Que de hecho lo fueron para Supertramp pues Roger Hodgson se fue con el piano a otra parte.
Un vídeo que me gusta porque, a pesar de vagabundear muchas tardes con Supertramp en mi habitación; bueno, era de cuatro realmente (en mi litera pues) sigo pensando que encripta un mensaje que, algún día encontraré.
Aquí les dejo el genial vídeo que no comienza como todos esperan (y otros detalles interesantes) en el que aparecen todos los componentes de Supertramp fáciles de reconocer (un recurso manido incluso en los 80 que debemos a Hitchcock ) y alguien que aún no he encontrado ninguna entrada que diga que es él...pero para mí que con quien el joven se tropieza al bajar de la Guagua (me gustan esas Guaguas yankees) es Freddy Mercury.
Bueno, va.
https://www.youtube.com/watch?v=YZUE4_PtOk0
La canción arranca con el saxo de Helliwell, el que tenía libertad para tocar su parte enOvertura para un tonto o loco (Fool´s Overture) en cada concierto de los Supervagabundos. Ya detrás, el piano y la voz de Hodgson hacen el resto.
Oh, está lloviendo de nuevo...
Pero la cosa se complica (que siempre es lo contrario) cuando ves el videoclip de promoción (en su formato 4:3 que nos introduce más rápido en la época) de sus Famous Last Words. Que de hecho lo fueron para Supertramp pues Roger Hodgson se fue con el piano a otra parte.
Un vídeo que me gusta porque, a pesar de vagabundear muchas tardes con Supertramp en mi habitación; bueno, era de cuatro realmente (en mi litera pues) sigo pensando que encripta un mensaje que, algún día encontraré.
Aquí les dejo el genial vídeo que no comienza como todos esperan (y otros detalles interesantes) en el que aparecen todos los componentes de Supertramp fáciles de reconocer (un recurso manido incluso en los 80 que debemos a Hitchcock ) y alguien que aún no he encontrado ninguna entrada que diga que es él...pero para mí que con quien el joven se tropieza al bajar de la Guagua (me gustan esas Guaguas yankees) es Freddy Mercury.
Bueno, va.
https://www.youtube.com/watch?v=YZUE4_PtOk0
domingo, 31 de mayo de 2015
"Un buen mecanógrafo no se mide solamente..."
Desde la segunda planta, los teclados rompían el silencio de aquel callejón que olía a adelfas. Era la Academia de Lolita Verona. Mi hermano Roque y yo dejábamos nuestras bicis tiradas en la entrada, donde ahora dejamos nuestros coches y subíamos a ver a las chicas (es lo que tiene los 9 años). Al fondo, mi madre dictaba a quienes ya se acercaban a las 300 pulsaciones por minuto. Nuestro padre leía en la mesa o preparaba el manuscrito de algún artículo. Nadie levantaba la cabeza del libro, nadie miraba el teclado. Y cuando subo como este último domingo de mayo a esa planta, siento lo mismo que entonces... porque aún, aún en cada hueco dormido de sus paredes se esconden las palabras dictadas, los consejos de mi madre, las sonrisas dormidas de aquella Academia a la que tanto debemos.
martes, 5 de mayo de 2015
25 años, 25
MEDIA VIDA YA. La mitad justa de mi existencia, 25 años, hace este año que mi sueño, la de aquel adolescente que pintó un corazón inmenso en las paredes de la primera unidad de Hemodinámica en el Hospital Ntra. Sra. del Pino. De aquel joven que ilustraba los trabajos de su hermana enfermera, en los 80, impulsora de la docencia en enfermería (la misma década que se despidió de mí para siempre) y que hoy un aula de Docencia en el Hospital Universitario de Gran Canaria lleva su nombre. Cuando imparto una charla ese aula me siento tan cómodo que todo fluye allí dentro. Jamás pensé que mi sueño, cuando ojeaba los libros de Frank Netter, se hiciera realidad y ya he dedicado en cuerpo y alma 25 vueltas al sol en mi profesión. Una profesión que me ha dado conocimientos y ni un segundo de hastío; al contrario. En la actualidad, mi actividad profesional es tan variada que soy inmensamente feliz en cada una de ellas: dibujando por qué se produce la Proteinuria, donde una célula es un universo, paso a paso o impartiendo clases sobre metodología de la divulgación científica en imágenes. Diseñando un cartel para unas jornadas médicas o tutorizando a estudiantes de Ilustración que eligen la Unidad para las prácticas. Hay tanto que escribir, tanto que decir, que si me preguntan con qué me quedaría...de entrada con el primer día que me vi impartiendo charlas en la Complutense de Madrid y, por supuesto, con toda esa gente buena que he conocido, conozco, y que no hay bytes para nombrarlas.
Siempre digo que no tiene precio llevarte bien con tus compañeros de trabajo (somos tres) y disfrutarlo no hay con qué pagarlo. 25 años, que no es poco.
Gracias Ángeles.
Siempre digo que no tiene precio llevarte bien con tus compañeros de trabajo (somos tres) y disfrutarlo no hay con qué pagarlo. 25 años, que no es poco.
Gracias Ángeles.
Jesús Hermida
Faltaba muchos años para que aquel aparato milagroso, ahora tan común como una lavadora, llegara a mi casa; de hecho no llegó hasta 1974 cuando yo contaba con 10 años. Mirándolo en la actualidad puede que ser pobre tuviera sus ventajas viendo lo que vemos y veía lo que se veía: una cadena al servicio del Régimen. Suelo comer con mis mejores amigos, por separado y según se tercie, una vez al mes. Uno de ellos con el que tanto he vivido y reído ¿para qué más? hace meses me contó cómo vivió la llegada a la luna. Su padre, panadero que llevó el calor y el olor del horno pegado a su existencia, sacó el televisor, grande, revestido de formica y con un celofán azul para imitar el color pegado a la pantalla (vivíamos en blanco y negro), a la terraza frente a su casa. La noche era clara y veían la luna colgada en un cielo como el celofán un julio de 1969. Los vecinos se acercaron con su sillas y poco después de la una de la madrugada, un periodista español, un corresponsal en un país lejano, lo retransmitía como si el primer paso para la humanidad los estuviese dando él. Mi amigo, un niño de 7 años por entonces, me contó cómo alguien que seguía la emisión miró hacia la luna y dijo "¡pero cómo pueden estar ahí ahora y nosotros viéndolo aquí!" y todos levantaron la vista.
Jesús Hermida no sólo pasó a la historia por aquel momento hoy inútil y caro...no, tenía algo que enganchaba (¿histrionismo?), que atraía (¿su forma de acompañar sus palabras con la cabeza?) que le hacía ser eso que todo ser humano, al menos los inteligentes, quieren ser: ellos mismos. Adiós maestro de periodistas, adiós presentador especial que habló a través del espacio.
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